domingo, 22 de julio de 2012

Viajo por ahí como la luna. Cambiando de luces. Demasiado llena; de vacíos y huecos.


Con los dedos transformados en sombras; arañazos huecos.
La vista, fija en la arista. Al final del miedo a la oscuridad, vacía y espesa. Ascendiente.
Con el peso del tiempo apretando cada vez más. En cada golpe retrasado. En cada eco adelantado. Tic. Tac. Tic. Tac. ¿Quién va delante? ¿Quién va detrás?
Avanzando hacia ninguna parte.
A ciegas. El sonido de su propia locura; agrietando los afilados cristales restantes del reflejo de su alma. Brillante; transparente. Hueca, demasiado llena; cortante.
Sumirse en la falta de respiración. En el dolor de la respiración. Tranquila. Agitada.
Sangrando palabras desde el dolor punzante, en el centro del estómago. Cadáveres de mariposas que se retuercen. Se revuelven en los huesos del huracán que un día provocaron sus alas. Siempre rotas, desde el principio; desde que empezaron a volar.
El centro. El ojo. Ciego; de ver.
Suplicando por aire a alguien que nunca fue capaz de mantenerla respirando. O quizá…
El absurdo de la fe. Ciega; de no ver.
El absurdo del deseo. Deseo de lo que no fue. De lo que pudo. De doler.
La presión en las sienes. El abismo en el pecho.
Esas sombras inútiles, que agarran los vértices. Incapaces de hacer fuerza; incapaces de crear luz.
Vértices efervescentes. Esfuerzos diluidos.
El peso del silencio, borrado por palabras huecas. Dibujos, del peso del vacío.
Borrones. Manchas
Y en el suelo. Sin notar el golpe. Ya no hay vértigo. Sólo una superficie firme y tambaleante. Sólo paisajes, girando; sin pararse, igual que él. Igual que el Mundo. 

miércoles, 18 de julio de 2012

Todo se marchita.


El corazón, que anda escondiendo entre válvulas el miedo a perder la fuerza necesaria para intentar atravesarme las costillas. Un engranaje chirría. Ya empieza a ser todo color Marte.
Las garras, desde lejos, cada vez aprietan más. Se clavan a los vértices desde el silencio, y sangran nuestra piel con colores afilados.
"Nuestra". Letras que se nos cayeron de la cama., y sólo mi nombre ensuciando la alfombra.
Y después. Léeme este atardecer.; si aún te queda aunque sean un par de palabras.
Hiéreme, y sácame de aquí.
Empújame hacia el fuego de una estrella, allá, abajo. Al fondo; del abismo. Suplicando por el vértigo.
El universo, de colores, en sus ojos cerrados.
Colores, que se lleva el humo, que se diluyen entre ríos de pintura en un vaso de agua. Y ascienden.
Ascienden hasta el mar de las vicisitudes.
Y es allí donde la quimera se eleva ante mí, tan etérea y tan sólida entre nubes de carbón. Me mira fijamente, y salen burbujas de agua de su boca, en un grito sin aire.
Y me ahogo en el único resquicio de dolor que asoma a tus ojos. Sin que me mires, claro; eso nunca.
El monstruo solitario bajo la cama, que no sabe apartar las sábanas. Que no sabe meterse dentro.
El deseo, desde fuera. Siempre desde fuera. Fuera de ella: fuera de él. Y yo me lo guardo dentro, en la cajita de Pandora donde guardé las mariposas, de un malva desteñido.
En el suelo, mi ropa y papel. Tinta, en mi cuerpo.
Una despedida, gastada de arder sólo por un extremo. Un "adiós" que se perdió en un laberinto de hielo en tus labios cerrados, secos.
Nieve. Niebla.
Matices del negro.
Polvo. Hierro.
Levedad... Peso.
Pesa. Pesas.
Volamos. Pasado.
Con dinamita y pólvora.
Pero respira tranquilo el aire viciado de tu instinto. Sólo quien se ahogó estalla.
Sólo la fe, convertida en sombras que bailan en la pared. Con alas. Sin poder volar.
Sólo un aullido que ya no tiene voz para quebrar.
Sólo la luna, que ha dejado tu cama, para irse a cantar sus versos a donde la anhelen escuchar.

viernes, 13 de julio de 2012

Um.


Tan musa, tan artista. Tan firme, tan equilibrista. Tan inspiración, tan página en blanco. Tan mía, tan de nadie, tan suya.
Tan todo, tan nada. Tan extremo, tan balanza. Tan contradicción, tan firme.
Tan palabra, tan silencio. Tan música, tan viento.
Tan de allí, tan de echar de menos esto… Tan de ninguna parte.
Tan frágil, y tan fuerte. Tan hielo, y tan ardiente. Sola, entre la gente, siempre tiene quien la lleve.
A un sitio perdido. Al hogar de un sueño muerto.
Tan temprano como nunca, tan tarde como siempre.
Un héroe para un nada que salvar.
Una espada para un instante que está por llegar.  
¿Nos protegemos? ¿Nos herimos?
(Quizá luego. Puede que no.)
Ahora y siempre, perdidos en aquel nunca que esperábamos con desesperación.