viernes, 15 de agosto de 2014

Sobre mojado.

Hemos roto
todas las baldosas amarillas que llevaban a nuestro jardín (secreto);
a casa.
Hemos arañado cada mililítro de piel suave y dañada,
hecha río, y océano dulce. Con ganas de ahogar.
De hogar.
Y yo, que no me imaginaba volviendo a escribir sobre mojado.
En un tiempo
-quizá algún compás más-
diremos que no fuimos nosotros.

domingo, 10 de agosto de 2014

Experiencias bonitas.

Y de repente te ves con los huesos huecos y los ojos llenos de mar y de plumas. 
Pequeña Nube.



viernes, 20 de junio de 2014

Punto y qué.

Cuando tengas un rato, dame la mano.
Yo pongo la lluvia,
y así nos paseamos
las heridas
por el circo oxidado de los poemas que vuelven.
Vuelven los insomnios
a estar a solas
con el frío de debajo de las mantas.
El teléfono vacío de tu número
de emergencias dolor y emergencias amor
(igual de urgentes).
Vuelve el día que siempre llega.
El día en que desmontan la magia,
y las mariposas del estómago ya sólo son zombies.
Los diccionarios hablan de amputar,
desarraigar,
alejar…
Y yo doy portazos con las tapas de los libros
a las palabras,
y camino los destrozos, de tu mano,
por entre las calles de carpas caídas
y hogares ambulantes en ese punto muerto
entre la visita y la huída.
Casas vacías, desmontadas y dormidas.
Luces apagadas. Música en silencio.
Los carteles ya no rezan a nadie.
El enorme dinosaurio ha perdido su poder,
y ahora traga tierra con las raíces arrancadas,
pero más en el suelo que nunca.
Cuando desperté
ya no estabas allí.

jueves, 27 de marzo de 2014

Las mismas palabras repetidas en bucle. Por si fuésemos algo.

Guardo los recuerdos en olores
por si cupiese todo en el subconsciente
de mi nariz.
Me olvido,
y pongo una coma para disimular
el punto y abismo
que sigue a certezas como esa.
Que sigue andando
 como si pudiese no bailar,
triste y alegre,
y persiguiendo trenes para dejarlos
ganar.
Ganas de saltar.
De saltarte         encima.
De saltarme       los charcos
que ahogan puertas a medias.
De abrir todas las puertas
y que entres. Olor
a herida
 a sangre            
 a insomnio       
 a tinta,
a nuevo y a viejo,
a sal y a sol.
A mí.
Voy a reescribirme
desde el olor a nada de las flores secas,
mojando el papel
para recordar que sólo somos
 las mismas palabras
repetidas en bucle
                -verso y prosa-.
Pero siempre será mejor
lamernos las ruinas,
hasta que escuezan otra vez,

que no escribirnos
                 (la)  nada.

martes, 25 de marzo de 2014

Lo bonito de los trenes de larga distancia, es que a veces son barcos pirata.

Y pensar que hace ya un año del Círculo Polar. 
De cuando aprendimos la nieve, y Aurora nos enseñó a llorar de colores y no tanto en blanco y negro. 
Hace ya un año que me caí de la casi cima del mundo. 
Un año desde que cualquier norte es menos norte, y el hielo ni cubre ni apaga incendios.
Medias tintas,
pero siempre un poco más
de frío
cuando no estamos,
para que hasta el último verso arañe la piel con escarcha.








jueves, 13 de febrero de 2014

Las ganas de poesía. Contigo.

Lo bonito de llover sobre mojado es
que me convenzas sin hablar
de que me quede,
cuando ya me había ido.

O el segundo orgasmo.

El "todavía" de los que escriben en pasado.

Quise bailarte de cerca
antes de que bajaras el escalón,
de cabeza a mis tropiezos, 
con la boca aún oliendo a versos. 
Intuía la piedra escondida detrás de tus labios
antes de que me besaras,
y tú debiste ver mi afición por los errores.
No había pasado mucho tiempo
para que hablásemos de echar de menos,
pero me mirabas con ganas
de no estar entre líneas,
y pasamos de los besos a los abrazos
con escala en mi cama
o en hoteles de amor de emergencia.
Todavía no he huido,
y tú me tocas como si fuese el único acantilando
contra el que despeñar el hambre de vértigo.
Pero todavía utilizamos el “todavía”
de los que sólo saben escribir en pasado.
Ambos conocemos el precio de los insomnios ajenos,
y los cambios de estómago;
de mariposa a gusano en medio trazo de vaho.
Y nos aceptamos
la cerveza
dispuestos a pagarnos
las luces parpadeantes
de promesas a lápiz
Susurros de domingo que saben a( )hogar,
y cuentos de antes de irte
a dormir lejos, sin soltarnos.
Pero llevo coangulados
los vértices azules de tem(bl)ores
de quien espera un final inminente,
como una cicatriz inherente a la poesía
que aún no ha sido herida, pero tiene una copia de las llaves.
 Y miro con miedo tu lado de la cama,
por si aparece la caída que hemos escondido con cuidado,
por cambiar de historia.
Sólo sé esperar
que tú no te eches demasiado de menos,
y que yo no te eche de más
en mis ganas
de convertirme en musa afilada

en sol menor.

Hemorragia improvisada durante la quinta última copa de cualquier día entre semana.

Quizá sea la erosión de tanto salir sin paraguas
o mis ojos de mirar vacíos;
sólo sé que hemos gastado los prefijos
de meterlos entre paréntesis,
y que comunica la línea fría
que nos hemos pintado en las máscaras.
No soy capaz de bajar la persiana del todo,
ni de abrazar con los cordones desatados.
No consigo terminar
 un puto espacio en blanco.
Ni (la) nada.
Lo único que me queda
por dejarme inacabado
son las copas.                             
Dramártica en verso,
la media tinta que no consigue manchar
las luces intermitentes de las pupilas-agujero negro.
He empapelado
y empapado
mi maleta
con inundaciones arrugadas,
para que “huir” se sienta más bonito,
y las dudas no parezcan tan usadas.
Para que me quepan las líneas fronterizas
del aquí y el ahora,
que escuecen;
que se hunden
                hasta el fondo
como fotografías del pasado grabadas en la piel.
Mis complejos nocturnos
 de pirómana,
revueltos con las nostalgias fugaces
de perseguir deseos a tientas
y tentar a la suerte con vidas de más.
Al fin y al cabo, no es más que un decorado.
Giro de caleidoscopio, y los párpados caen justo en el portazo.
Con el telón,
y con signo de interrogación concluido.
Un cortocircuito. Una implosión.
Hidrógeno en contacto con la piel adecuada.
Tacto de acelerador particular.
Fisiones nucleares,
coartadas de raíz.
El caso es descuartizar.
No importa dónde,
sólo que esté lejos.




lunes, 10 de febrero de 2014

Ancla y ceniza.

Hablamos de los hombres grises desde sus maletines,
quemados por sus cigarrillos
y consumiéndonos con los nuestros.
Su perra, Utilidad, juega a lanzarnos metas que no queremos;
y aún así corremos a por ellas,
como el sentimiento desteñido que intenta ser máscara
y cubrir la masacre.
Los cadáveres que dejaron los cimientos
mucho antes de ser algo (y caer, y arruinarnos).
Mucho antes de ser ruinas de bosque,
y ciudades en pulmones encharcados de negro.
La pequeña niña que quería salvar el tiempo,
ahora lo mata
y se mata
entre papeles oficiales
plantas de oficina sin regar
y mentiras (tamaño y fuente a elegir).
Los cuentos de antes
de dormir
se han convertido en poemas de insomnio.
Frases en “replay”.
Vestidos de colores,
y fotografías en blanco y negro.
El futuro no recibe cartas escritas a mano.
Quién sabe qué de los signos de puntuación
(sin prosa, pero con muchas pausas).
Huesos huecos,
diacríticos en pupilas-mar
que intentan aprender a volar
sin soltar el ancla.
Anclajes de rotos y derrotas
que se empeñan en coser grietas
en vez de intentar tirarse en ellas
y dolerse un poco.
Sirenas sordomudas
de pecera y bajo en sal.
Ventanas cerradas, y la lluvia sin saber por qué.
Tinta seca,
ojos apretados.
Labios apretados.
Puños apretados.

En fin. Que mañana es lunes
y qué asco da
 caminar con rumbo,
y los aviones de papel mojado
que no llegan tan lejos

como yo quiero (hu)ir.

domingo, 9 de febrero de 2014

De cuando tocamos las heridas con palabras.


No quería moverme. Por si me rompía.
Por si se rompía.
Tampoco habría sabido dónde ir.
Estaba muy guapa, tan triste,
y no era justo, porque venía con los labios temblorosos de adiós.
Traía los ojos como ramos de flores secas
empapadas por la lluvia
y no pude evitar ver, como en un charco,
las tardes de verano corriendo bajo la tormenta,
con los vestidos pegados al cuerpo,
y los parques inundados de nosotras.
Me abrazó fuerte, como por no caerse,
o por tirarse de cabeza,
y la miré de reojo.

La vi
 como un trocito de electricidad deshecho en mi cama,
muriendo de calor y de fuego
y me sentí
sentada a su lado con cara de idiota,
como un invierno estropeado que no puede parar de nevar.
Por un segundo sentí aquella habitación lejos del mundo
donde dormíamos más desnudas que nunca,
justo después de los besos en la cima helada del mundo.


Sé que vas a leer esto
porque siempre arañamos por la espalda,
por las letras.
Como empezó todo,
porque “sólo hay dos certezas en esta vida”,
y claro, las dudas se dedican a descuartizar cuerdas flojas.
Hasta que nos caemos del escenario…
 y no queda ni telón que bajar.
Y ahora qué…
Ahora, y antes, y después.
Tés que no son tés, y otros secretos mal guardados.
Que te quiero, joder, te quiero.
Y ojalá el adiós sea un hasta luego.

domingo, 2 de febrero de 2014

Abismos con sabor a sucedáneo.


Se os caen los versos de plástico, 
que hablan de quemar con cigarros calendarios y relojes
en vuestros cuadernos planeados. 
Me dan ganas de vomitar vuestras borracheras excesivas 
de “mira, cariño, bebo como un pirata, tienes que quererme”. 
Vuestros pies descalzos que no sienten la carretera, 
vuestra ansiedad calmada, 
vuestros suicidios de niña cuerda asegurada al puente. 
Ese tono de ensayo frente al espejo aunque diga que no soporto mi reflejo,
las rimas,
los puntos bruscos separando palabras que decís aunque no os digan nada…
los puntos suspensivos. 
Las ganas de libertad falsificada, la solidaridad por ver si me ligo al de la pancarta.  
Las lágrimas de cocodrilo, aunque esto ya no vaya de cuentos
ni princesas. 
Ahora somos putas de poema. 
Y es que no sangráis las letras, las escribís;
con premeditación y alevosía, os lo aseguro. 
No somos más que palabras limitadas en bucle;
círculos viciados. 
Pero habláis de adicción desde la costumbre
y de doler,  sabiendo que no sabemos. 
Vamos a beber vino, a meter un libro decorativo en el bolso, 
y a llenar los bares de poesía; en venta, a juego con los cuerpos. 
-Mencióname a "Buckowski" y es todo tuyo. 
Qué pena, las penas de fotocopiadora. 
Qué desastre las páginas ordenadas, sin arañazos en los márgenes
que sean caos sin hablar de él.  
Tranquilos, que si me veis llorar os dejaré
 pensar que es con vosotros
y no por vosotros; 
y aún más
por la literatura. 


                  A la mierda.