miércoles, 1 de mayo de 2013

Hoy.


Hoy echo de menos.
Hoy quiero cuentos que no sean escritos, si no contados. Por ella. Y dormirme en un banco de estación, mirando sus labios moverse, hablando sobre algún pirata cascarrabias que se rebeló, y compró un gato en vez de un loro.
Hoy quiero no jugar sola. Quiero subirme al tren, y que a bordo seamos nosotras las bucaneras. Viento en popa a toda vela, sobre nieve y vapor. Saltar por encima de respaldos que caen a abismos y no a asientos, socializar con dinosaurios disfrazados de revisores, e importunar a pobres polizones que en realidad han pagado su billete. Y por qué no, que Dios nos guarde las maletas.
Sólo ella sabe, y hoy quiero que me recuerde, que no hay ningún motivo por el cual no pueda ser juglar en un castillo, o vendedora de paraguas en un barco, funambulista en una plaza, escritora de recuerdos olvidados en un puerto.
Hoy quiero volverme diacrítica de nuevo, y ser sólo una diéresis en su clavícula, y que sepa pronunciarme. Que me lleve como un lunar, cerca del pulso, por ciudades frías con calles tan de cuento que asustan, pero que no nos conocen. Nadie sabe nombres, ni idiomas, ni ojos. Ni siquiera la luz de las farolas nos sabe efervescentes; sólo el cosquilleo.
Hoy quiero que la tinta fría de las venas se mezcle con té hirviendo. Y el azúcar repartido; en la taza, en fresas, en frases, en una película que ver con las letras destapadas.
Hoy quiero incluso aquella despedida con olor a sugus invisibles, y un no adiós a menos de dos mililitros cúbicos de sus pupilas.
Hoy quiero.

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