lunes, 6 de junio de 2011

Todo se rompe, tarde o temprano, y cada vez más.

Me miras con decepción y los cristales caen a mis pies, creando en mi mente la imagen de unas pequeñas campanas repiqueteando desde lo alto de una torre. Caigo al suelo y la torre se derrumba. Se hace el silencio y desaparecen los cristales. Ya solo queda la nada, y tanteo a mi alrededor en busca de la puerta, pero no hay cartel de salida. Me siento en el suelo encogida, tratando de parecer una niña, a ver si el pasado me acepta, pero ni siquiera me mira. De pronto todo se mueve, la velocidad aumenta, y soy incapaz de distinguir lo que tengo al lado,  lo que dejo atrás. Ni siquiera yo oigo mi voz, y me pregunto por qué hago un esfuerzo sobrehumano por  fingir una sonrisa, si al fin y al cabo nadie la ve. Todo se detiene bruscamente, con un golpe seco que resuena en mis oídos, y hace que me estrelle contra el suelo con fuerza.
No sé cuanto tiempo estuve con el cuerpo hundido en la tierra, sin molestarme en intentar levantarme, perdida en algún punto entre un sueño y la realidad.
Cuando siento que ya estoy más o menos por completo en mi cuerpo de nuevo, me incorporo lentamente. Me siento con las piernas dobladas, mirando a un punto fijo en el horizonte. Sí. Todo está en orden. Los pensamientos siguen gritando. Las voces siguen susurrando. Todo está en su sitio.
Miro en torno a mí, y busco una llamita. La encuentro, y me ahogo en humo solo por qué hoy no sé si debo llorar o debo reír.
-         Un extraordinario color, producido por el choque del metal frío contra la piel y el sol atravesando cristales…-
Al cabo de mucho tiempo, aun no me he decidido, así que hago las dos cosas.



“We’re superheroes. We don’t cry for love”

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