TINTA Y ACORDES.
Los rayos del sol entra por el ventanal, y
hacen que la estancia, ya de por sí luminosa, desprenda una luz blanca y
apacible.
Las motas de polvo danzan en la luz.
En contraste con la armonía de la sala, el
corazón de Tinta repiquetea en su pecho como una bailarina a la que le dan
cuerda, y luego encierran en una caja de música.
Su voz, por el contrario, huye de sus
cuerdas vocales como el sonido de una campana, dulce y lejana. Acaricia la tapa
cerrada del piano, mientras Silencio, al otro extremo de la sala, juguetea con
su reloj, como siempre, con la vista fija en un cuadro.
TINTA.- Nunca fue suficiente.
SILENCIO.- Exacto. Nunca. No te has dado cuenta ahora.
TINTA (Gritando).- ¿¡Y qué esperabas que hiciera!?
SILENCIO.- Decirme la verdad. No
podía esperar menos de ti.
TINTA (En un susurro).- Como si no supieses ya la verdad…
SILENCIO.- Nunca pensé que fuera
tan fuerte. El amor.
TINTA.- ¿Lo dices por ti, o por mí?
SILENCIO.- Ambas cosas, por
desgracia.
TINTA.- Silencio, siempre has sabido
cómo soy. Sabías que terminaría marchándome tarde o temprano…
En ese momento, un joven (Cuervo) entra en
la sala, con paso firme y decidido, la mirada cargada de triunfo.
CUERVO.- ¿Ya estás lista? Tengo el
coche en marcha.
SILENCIO (Dándose la vuelta, bruscamente).- No, no está lista. Estamos
hablando. No estaría de más que esperases fuera, con tu estúpido coche.
CUERVO.- Claro… mi coche es el
estúpido.
Tinta se sienta en la banqueta del piano, y
se revuelve, inquieta, pero no dice nada que interrumpa la discusión.
SILENCIO.- ¡Desde que tú apareciste
nada ha ido bien!
CUERVO
(Calmado e impasible).- Yo sólo le
ofrecí lo que tú no podías darle. (Da
unos pasos hacia Silencio, pero manteniendo la distancia) Nunca has sabido
comprenderla.
La expresión de Silencio se torna tan blanca
como las radiantes paredes de la habitación. El aire que salía de los pulmones
de Tinta muere en la garganta, justo antes de salir, produciendo un sonido mudo
y seco.
SILENCIO.- Mira, ahí tengo que
darte la razón.
CUERVO.- ¿A caso no la quieres
tanto como dices? ¿No quieres su felicidad por encima de la tuya?
TINTA.- Cuervo…
CUERVO.- No, Tinta. Quiero
entenderlo. Comprendo que duele, pero si tanto amor te tiene…
SILENCIO (Interrumpiéndole).- El ser humano es egoísta por naturaleza.
Quiero que sea feliz, sí, pero siempre tendré clavado ese ojalá. Ojalá pudiese
ser feliz con sus sueños a pequeña escala. O mejor, ojalá que su sueño fuese
yo.
CUERVO.- Tienes razón. Es muy
egoísta.
Tinta apartó su mirada de agua de Silencio,
al que había estado observando fijamente mientras éste hablaba. Una lágrima de
sal y cristal rodó silenciosa por su mejilla.
TINTA (Su preciosa voz tintineante, agridulce, acarició suavemente el aire).-
De todos modos, yo sólo podría “ofrecerte páginas anémicas de besos”, acordes
menores escotofóbicos, y “un cubo de basura con papeles”.
SILENCIO.- Tú y tus juegos, Tinta. Cómo
los odio; desde que hicieron que me enamorase de ti. Siempre te alejan.
TINTA.- Sin tiempo y con espacio,
¿eh? Aunque nunca suficiente.
Silencio apretó el reloj entre sus manos.
SILENCIO.- Siempre estuviste fuera
de alcance, en un mundo de flores de papel y estrellas de neón. Ni en una
canción se te podría tocar.
(Tinta se pone en pie)
TINTA.- ¿Ahora te has vuelto un
poeta?
SILENCIO.- No. Sólo intento hablar
en un idioma que se parezca un poco más al tuyo. Quizá por sentirte un poco más
cerca, por última vez.
TINTA.- El eco de nuestros pasos
suena a tropiezos, Silencio. Este abismo nunca fue mío; siempre me deja con
hambre de vértigo. Esta línea recta nunca tuvo plural.
(Cuervo miraba a uno y a otro)
SILENCIO.- Sí… Parpadeas sombras, con restos de pasado en
las pestañas. Los ojos de hoguera medieval clavados en el presente, y los
sueños quién sabe en qué tiempos verbales.
TINTA.- Recitas cartas jamás escritas, y manos vacías.
CUERVO.- Es hablar por hablar. Una despedida, evitando el
adiós. Tan patético como pretender seguirle el juego a Miss poesía. Es un
triste intento de comértela a versos. (Volviéndose
hacia Tinta) ¿Nos vamos?
SILENCIO (ignorando a Cuervo).- Tinta… No es piel de porcelana limpia lo que
te pido. No te imagino sin el caos por tu cuerpo, sin tu ruido, pero…
(Tinta se estremece dentro de su vestido, blanco en tiempos pasados,
con su expresión de luna deshecha).
TINTA.- Ya lo hemos hablado,
Silencio… Nos despertamos muertos, con restos de Sol en los labios. Nos
vendemos sólo por mucho invierno, y un poco de calor. Como si fuésemos algo más
que unos extraños.
(Cuervo empieza a impacientarse, incómodo. A
pesar de la confianza que tiene en las pasiones de Tinta, teme ver un hálito de
duda en la boca temblorosa de la chica.
Sin embargo, los labios de la muchacha sólo
tiritan porque odian decir adiós, aunque desean hacerlo con todas sus fuerzas.)
CUERVO.- Tinta, deberíamos irnos
ya.
SILENCIO (A Cuervo).- ¿¡Quieres callarte de una vez!? Ya has hecho bastante.
CUERVO (Impasible, de nuevo).- Ofrecerle a tu amor lo que siempre a
querido. Lo que necesita.
TINTA.- Basta. Cuervo, espera
fuera. No te preocupes, saldré en seguida.
(Cuervo duda, por un instante, y clava sus
ojos en Tinta. Finalmente, abandona la estancia)
SILENCIO.- En seguida…
TINTA.- No hay vuelta, Silencio…
Atrás. De hoja. Me voy.
(Silencio se acerca a ella, con el peso del
mundo a su espalda)
SILENCIO.- Quiéreme, Tinta.
Quiéreme al pie del punto final.
TINTA.- ¿Qué te quiera, dices?
¿Acaso crees que no te quiero?
SILENCIO.- …
TINTA.- Mi pequeño romance… Siempre
has sido mis domingos por la tarde, ¿lo sabes?
SILENCIO.- Sí, lo sé, pero…
Quisiera ser tu adicción, y no tu costumbre.
TINTA.- Tú. Y yo. Sólo mirándonos,
y sonriendo. Sin excusa, sin temblar. Sonriendo y muriendo.
(Tinta vuelve a sentarse en el banquito, y
Silencio se sienta junto a ella, poniendo su mano sobre la de la joven)
SILENCIO.- Siempre siendo musa,
poeta, y verso, todo al mismo tiempo. El fantasma, y lo real.
(Tinta se gira, levanta la tapa del piano, y
comienza a tocar una canción suave y nostálgica, mientras Silencio la mira.
Durante un rato, sólo se escucha la música.
Finalmente, para, y deja caer las manos
sobre sus rodillas, con la cabeza gacha.
Silencio permanece mirando las teclas)
TINTA (en voz baja).- He de irme. (Carraspea,
y sube la voz) Cuervo me espera.
SILENCIO.- ¿Dónde irás? (La mirada de Tinta habla por si sola, así
que antes de que abra la boca, añade:) Lo sé, lo sé. Sólo quiero saber el
primer destino.
TINTA.- Ni yo misma lo sé. Cuervo
aún no me lo ha dicho.
SILENCIO.- Espero que te vaya bien.
De verdad.
TINTA.- Te voy a echar de menos.
SILENCIO.- No; en realidad sólo
será melancolía. De vez en cuando.
(Tinta sonrió. No era una sonrisa alegre)
TINTA.- Si que debes odiarme,
utilizando mis propias frases contra mí.
SILENCIO.- ¿Odiarte? Ojalá pudiera.
TINTA.- Serás feliz, Silencio. De
verdad que lo serás. Todo esto… se te pasará.
SILENCIO.- ¿Y a Cuervo?
TINTA.- ¿A Cuervo?
SILENCIO (riendo).- Mi preciosa catástrofe, tú siempre tan inocente. ¿No has
visto cómo te mira? No sé si conservará su calma cuando le llegue a él la
despedida.
TINTA.- Él sólo me ha ayudado.
SILENCIO.- Tinta… Bueno, en
cualquier caso él parece tener mucho más aceptado tu amor.
TINTA.- Sí. Al fin al cabo, me
descubrió por él. Y por él me ha ayudado.
(Tinta clava sus dulces ojos en el piano,
por un segundo libres de tristeza, brillantes)
SILENCIO.- Quién iba a imaginar que
aquella oferta arreglaría tu vida, y rompería la mía en pedazos. (Tras un breve instante en que ambos
permanecen callados, continúa) Echaré de menos oírte.
TINTA.- Qué tontería; mi música no
es difícil de encontrar.
SILENCIO.- No es lo mismo que verte
temblar bajo el calor de los focos, desnuda por dentro, recitando notas que, en
tu presencia, no era difícil imaginar que eran para mí. Cuando estés lejos, eso
será casi imposible.
TINTA.- Una parte de mis canciones
siempre irá para ti.
(Se miran a los ojos durante un instante
eléctrico, y comienzan acercarse, hasta que sus labios se rozan. Antes de
juntarse en un beso, Tinta gira la cabeza, y su suave boca roza la mejilla de
Silencio, como el breve aleteo de una mariposa, provocando un huracán en su
estómago)
TINTA.- Yo…
SILENCIO.- Dilo. Sé que lo odias,
pero es lo mínimo. Me lo debes. Dilo.
(Los ojos de Tinta se desbordaron, y tardó
un momento en poder hablar)
TINTA.- Adiós.
(Tinta se levantó y, sin correr, pero con
paso ligero, fue hasta la puerta. La abrió, y se detuvo un instante, pero cruzó
el umbral sin mirar atrás, y dando un ligero portazo que resonó por un instante
en la estancia, que ahora a Silencio le parecía tan vacía. Se queda paralizado,
junto al piano, mirando la puerta, y el reloj que había estado apretando, cada
vez más, ahora se escurre de sus manos. Con voz baja y rota, habla para la
ausencia de alguien que ya jamás volverá)
SILENCIO.- Un portazo; tu última
nota para mí. Nunca volveré a saber qué suelo estás pisando, qué aire estás
respirando. Pero sí sabré qué Luna te tendrá hechizada. Y siempre tendré la
certeza de que sigues a tus acordes, vayas donde vayas. Tú, y tu sonrisa, y tu
fe ciega en aquello que me leíste una vez. ¿De quién era aquella frase? No lo
recuerdo. Pero sí recuerdo qué decía: “Al fin y al cabo, como alguien dijo, la
vida es una canción, y el amor es música, y el amor es todo lo que necesitamos
en esta vida”.
Adiós, Tinta. El silencio, frente a
tu mundo de melodías, nunca fue suficiente.
FIN.