Como esas lucecitas de pared. Tan pequeñitas, tan tenues;
escondidas en sus pétalos artificiales sesgados de arañazos. Pero brillando.
Tan diminuta y dulce que calienta el papel antes de regarlo de palabras, tan
torcidas como su sonrisa un domingo. Casi a oscuras. Resguardada en los
rincones donde se ocultaría una tela de araña.
Qué bonita cuando inspira. Y cuando suspira ya ni os cuento.
Parpadea, como quien airea secretos sin que de tiempo a
(des)dibujarlos.
A veces se funde, y se pierde en el muro pintado de promesas
rotas por hacer. Pero descansa y vuelve a explotar, tan cálida que convierte el
humo del té en niebla que mira y no deja mirar. Que quiere.
Arráncale destellos a mis ojos, a mis labios, que siempre
buscan quemarse en tus nubes manchadas de sal. Estrellita de neón. Duéleme, que
te quiero tal y como hieres, tan incandescente. Tal y como suenas las noches
que te toco y no te desvaneces, ni te desintegras. Ni te vuelves fugaz entre
corrientes de aire, dejando al deseo perdido en medio de nunca.
El titilar de una supernova indecisa, con dotes de escapismo
cada vez que cierra los ojos y se ve.
Cómo se echa de menos a sí misma. Cuando tiembla de más, o
cae de menos. Cuando salta sin vértigo en zigzag entre los dedos.
Infinito púrpura que termina en el penúltimo vértice, en la
última costilla.
Una luz diacrítica por encima de la clavícula. Escotofobica
creando sombras irónicas que caen y atraviesan el cristal. Transversal, agrietando,
pero sin romper. Y qué catástrofe, porque cómo arreglar lo que está entero.
Como si quisiera recomponer.
A veces vale con acariciar el suelo, pero de la mano.
Comparable a
las luces de ciudad. Igual de afilada, pero más comedida. Te gusta dejar
espacio a la Luna. Poder fingir que no sabes que brillas.
Baila como el
fuego, pero quema más alto. Derrite más abajo. Espera hecha cenizas, y renace
descosida de retazos.
Habla de
abismos, cuando es su ombligo. Habla de ganas, cuando es su cama.
Escuece cada
mañana cuando se escapa a ser noche cerrada.
Y se apaga,
cansada de pupilas agujero negro que no saben ver la nada.
PS: Y los desastres también tienen derecho.
anotaría, ahí, a pie de página, como si se fueran a caer:
ResponderEliminar“y los desastres también tienen derecho”.
me gusta y lo mejor es que no entiendo por qué, qué bonito ha quedado.
Muchas gracias =)
EliminarA pie de página irá tu buena idea.