martes, 5 de junio de 2012

Aquí queda... Sin revisar.


Un mañana que ya se ha escapado. Un pasado al que esperamos, y nunca llega.
Árboles de Navidad, con las luces fundidas en primavera.
Veneno que no mata, pero duele.
Desde que por las mañanas no amanece. Y ya no te puedo culpar.
Las lágrimas que ya no riman como antes, desde el mes en que te llevaste mis consonantes, y no me dejaste ni una vocal.
Agua de mar que sabe a despedida. Cenas con copas de vino vacías; con vinagre en las heridas; sin velas encendidas.
Quién le explicará a nuestros planes que se perdieron, y no hay salida.
Labios que tiemblan esperando un poco de saliva.
Pero todo está seco desde que hasta las cenizas de la hoguera nos esquivan.
Mis sábanas huelen a desencanto.
Tu piel está hecha de los sueños podridos que nunca logramos.
Tiempo que ya no se atreve a pasar por el lugar al que un día escapamos.
De lo fácil. De la mano.
Quién iba a decir que sería tan sencillo.
Quién iba a imaginar que sería tan quebradizo
Elegir.
Sobretodo cuando no te dan opciones que medir.
Sólo un final, y orgullo sin medida.
Sólo un consuelo que se ha dado a la bebida.
Sólo un atisbo de esperanza, que se fugó para meterse en la cama de cualquier desconocida.
Una Julieta pirómana.
Un disparo a quemarropa.
Canciones incendiadas en cada nota.
Unos labios que saben a fresa. Pero no saben amar.
Llamas que se apagan cuando deberían brillar.
Como París con reloj.
Como golpes sin dolor.
Una traición, sin culpable ni receptor.
Un círculo cuadrado. Cansado. Desertor.
Y a medio camino, murió de vieja la quimera.
Cansada de intentar trepar por las enredaderas.
Sin ganas. Sin cuerda.
Sin humo ni tierra.
Sin alma. Sin pena.
Dime por qué. Por qué no me cala esta tormenta. 

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