“Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Qué es más noble: sufrir
en silencio las flechas y los embates de una Fortuna indigna, o levantarse en
armas contra un mar de adversidades y eliminarlas combatiendo? Morir, dormir.
Nada más… Si con el sueño se borran todos los males, ¿qué más se puede desear? Morir,
dormir… Dormir… Soñar. He ahí el problema: no saber qué sueños acompañarán el
sueño eterno. ¿Por qué, si no, soportamos el yugo opresor, el desdén de los
soberbios, el amor burlado, la lentitud de la justicia… cuando cada uno puede
liquidar sus cuentas con un simple puñal? ¿No será que sentimos temor ante el
país no explorado más allá de la muerte, un país del que no regresa ningún
viajero, y preferimos sufrir males conocidos antes que huir hacia lo
desconocido? La conciencia hace de todos nosotros unos cobardes, los colores
naturales de nuestro impulso palidecen bajo la sombra del pensamiento, y las
empresas de mayor importancia tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción…
Pero, silencio… ¡La bella Ofelia…! Ninfa, recuerda mis pecados en tus oraciones”.
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