jueves, 13 de diciembre de 2012


“Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Qué es más noble: sufrir en silencio las flechas y los embates de una Fortuna indigna, o levantarse en armas contra un mar de adversidades y eliminarlas combatiendo? Morir, dormir. Nada más… Si con el sueño se borran todos los males, ¿qué más se puede desear? Morir, dormir… Dormir… Soñar. He ahí el problema: no saber qué sueños acompañarán el sueño eterno. ¿Por qué, si no, soportamos el yugo opresor, el desdén de los soberbios, el amor burlado, la lentitud de la justicia… cuando cada uno puede liquidar sus cuentas con un simple puñal? ¿No será que sentimos temor ante el país no explorado más allá de la muerte, un país del que no regresa ningún viajero, y preferimos sufrir males conocidos antes que huir hacia lo desconocido? La conciencia hace de todos nosotros unos cobardes, los colores naturales de nuestro impulso palidecen bajo la sombra del pensamiento, y las empresas de mayor importancia tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción… Pero, silencio… ¡La bella Ofelia…! Ninfa, recuerda mis pecados en tus oraciones”.

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