domingo, 7 de julio de 2013

Cosa desordenada.

A estas horas de la madrugada, bragas de encaje, y una tetera llena de suspiros con sabor a canela. 
Cualquiera diría que te estoy esperando. Como si no te conociese. O peor; como si te conociese.
Míranos. Tan tarde y sonriendo. Drenando tinta, fingiendo plurales.
Y es que es tan bonito esperar con el pelo revuelto y mi mejor vestido, sentada en el barro, que cuando llegas, qué.
Cuando llegas tengo los ojos abiertos. 
Y da igual que no tengas tiempo, ni nombre. Te tumbas en mi cama, y deshacemos las estrellas, porque hay bocas con cielos vacíos buscando lunas llenas. Pero todos a medias, y claro. 
Tu espalda demasiado dulce para ordenarla. Y la habitación, que sigue oliendo a flores. 
Me miro los pies descalzos, y recuerdo que la última vez que me acordé de olvidarte tenía los zapatos puestos.
Bailamos semáforos en rojo, con la sonrisa sádica de quien vuelve a los lugares donde fue infinito. Donde nunca hemos estado todavía. 
Nos miramos directamente, hasta que se nos quede marcado en la memoria un arañazo, para cuando nos conozcamos poder reconocernos. 
Después de algunos pedacitos afilados y varias tazas de té, ya sólo nos quedará cerrar los ojos. Y a sobrevivir que venga otro.
Porque después de sus piernas hasta el abismo necesita un cigarrillo.

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado. Me has enamorado con esta prosa poética, me engancha no entender más de la mitad. Así.

    http://www.azucarycenizas.blogspot.com.es

    ResponderEliminar