Hemos roto
todas las baldosas amarillas que llevaban a nuestro jardín (secreto);
a casa.
Hemos arañado cada mililítro de piel suave y dañada,
hecha río, y océano dulce. Con ganas de ahogar.
De hogar.
Y yo, que no me imaginaba volviendo a escribir sobre mojado.
En un tiempo
-quizá algún compás más-
diremos que no fuimos nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario