Y de repente la canción
y la lengua
se cuelan en mi boca,
como el humo de un sueño
que siempre fue verdad
pero no podía ser
con los ojos cerrados.
Me toca
y sueno a vértigo …
el dulce vértigo que nunca me sacia.
Y muerdo;
por no gritar
-no tan alto-
Porque ni siquiera sabría qué decir.
Mas que tu nombre.
Música.
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