miércoles, 26 de octubre de 2011

Las letras y ganas se caen de mi cama.

Miento como una bellaca cuando digo que ya me da igual.
Me he pasado la vida rogando, suplicando por ella, pero la verdad está sobrevalorada.
Tengo una sonrisa pintada. Las letras y ganas se caen de mi cama.
Incluso los monstruos tienen pesadillas. Cuando enciendo la luz, sueñan que no son más que sombras escondidas en las llamas de mi cuarto. A veces hasta siento el impulso de proteger a mis fantasmas, día a día haciéndome compañía.
Como una estrella de la mañana. Espejos. Pasillos enteros de espejos, que devuelven el reflejo de una pincelada desgastada, con sus mezclados tonos descoloridos. Un prisma desenfocado. ¿Qué colores me componen? Deberías notarlos en mi voz… si te parases a mirarla… Añil disfrazado de verde obsidiana; ámbar escondido entre negro deshilachado; rojo manchado de plata envejecida; blanco esparcido sin control por el violeta ambiguo… Unos enredados en otros, promiscuos, trepando por sus lagunas de indefinición, de tintura cristalina.
Tantas cosas por las que ardemos, que al final olvidamos qué encendió el fuego.
Como un papel quemado por los bordes, atrapado entre las páginas arrugadas de un viejo libro. Un libro que descansa, sin un título en el lomo; entre miles de semejantes, en la estantería de una gran biblioteca. Una biblioteca con ventanales de hermosas e imponentes vidrieras que desprenden magia en el polvo que flota en los rayos de luz que las atraviesan; con suelos y paredes de madera que guardan tesoros que jamás fueron escondidos, pues nunca fueron encontrados. Un pequeño papel, con su contenido ya apenas visible, preguntándose qué vela lo quemó, qué mano lo encerró… Respuestas invocadas a base de gritos mudos que se elevan como el repiquetear de una campana lejana.
Hoy en día nadie escucha las palabras que la música les dicta.
El silencio… Las mentiras…
La risa es el mejor mar en el que ahogar el llanto, pero a veces nos volcamos en las sonrisas de locura, y a golpe de carcajada nos quedamos observando cómo hasta nuestra sombra nos deja en la estacada… Así me hallo a mí misma, sola al amanecer, regalando lágrimas a las golondrinas que desean teñir de morado sus alas. 
Me siento bien bajo la lluvia. Estos días nublados me protegen de lo que hay más allá de las nubes. Pero la crisálida se rompe, y los rayos de luz me ciegan, permitiendo el paso al impertinente sonido de los aviones, y al insistente ardor de tu mirada, que se niega a bañarme. ¡Qué frío de repente! Pero la nieve se resiste a caer. Sólo la escarcha se digna a desnudarnos y sorprendernos.
Y, despojada de mi ropa, emprendo otra vez el viaje sin destino concreto; otra vez el rumbo cambiado, otra vez el viento de cara.

2 comentarios:

  1. Es complicado saber que pasa por tu mente cuando escribes, demasiados matices "Añil disfrazado de verde obsidiana; ámbar escondido entre negro deshilachado; rojo manchado de plata envejecida; blanco esparcido sin control por el violeta ambiguo" Respira y apaga tu fuego interior, sin que esto provoque una ráfaga de pensamiento.

    Sin embargo, logras plasmar todos estos matices en palabras de forma tranquila y cautivadora.
    Y mientras que no se transformen en penumbra, pasare por aquí para leerlos, y de paso descifrarlos.

    Un Abrazo.

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