lunes, 6 de febrero de 2012

Estrellas de neón.

Añorada estrella… sabes que no puedo enfadarme contigo, pero anoche me fallaste. Te olvidaste de cuidarme con tu brillo… Sólo hubo oscuridad.
A veces ni por la mañana amanece, y únicamente escucho los cantos de pájaros nocturnos durante una eternidad.
Empieza a asustarme lo que pueda ver a la luz. Porque ahí fuera, todo se ha vuelto frío e inhumano. Sólo gente pasea por las calles. El verde de los árboles tiembla bajo el mortecino brillo gris del cielo. Las mágicas luces ya no se encuentran entre la fosforescencia artificial de las farolas bajo las que cantamos por las noches.
Y aún así no lo daré por perdido.
No mientras en algún rincón quede una flor creciendo entre la madera de un puente. Mientras queden playas desde las que ver cómo se funden el mar y el cielo en el horizonte, convirtiéndose en el mismo azul infinito.
Mientras quede música. Mientras quede el aroma de la lluvia, y el aire frío de una montaña.
Mientras quedes tú. Brillando por encima de las deslucidas nubes. Iluminando mi oscuridad. Sacándome de entre las patas de mis propios monstruos, que se desintegran bajo tu resplandor.
Así que, no te apagues. No te extingas. No te rindas. Por favor. 

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