domingo, 15 de diciembre de 2013

Contra mí (caos).

Se me ha caído un botón del abrigo, Diciembre. Y me miro al espejo, como si el frío (no) fuese yo.
Lo peor es que me devuelve la mirada; claro, los abismos, me olvidaba. Pero no pasa nada, me olvido a menudo.
Mastica los versos de cristal, hasta que sean (des)trozos lo bastante pequeños como para no poder volver a pegarlos. Y trágatelos, con el humo de las ojeras anónimas. Que se confundan en las tripas con mariposas ensangrentadas, a ver si cuela, corazón colador. Bombea la explosión –transversal, a ser posible.- Que te desgarre la garganta como el grito que escondes en la grieta de una costilla.
Veinticuatro costillas.
              Horas.
                        Escaleras.
                                   Pero de caracol, que
                                   duelen más.
Doler. Ojalá supiese cómo. O el qué.
Ya hemos vuelto a las clavículas sin alma, pero armadas de interrogación astillada. Y respuestas sin pregunta al otro lado del oído.
No me mires, por favor, que tienes los ojos co-afilados con la boca.
No te guardes el silencio; escúpemelo.
No me amputes los finales, puta, que los necesito para no respirar.
Ya no sé ni lo que escribo.
Succiona las cuentas de los ojos, a ver si restamos humedad.
Las fechas, las flechas. Lame el cuchillo, corta la sal(iva)____la salida.
 Aprende las cerillas. Cenizas.
Sólo sé cerrar los ojos y abrir fuego. Que para disparar contra mí, basta con que mire la del espejo.

                                                                                                        -Telón, y final de punto suspendido-.

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