martes, 3 de diciembre de 2013

Tenemos heridas para todo (y menos mal).

Que tenemos heridas para todo, y es lo bonito de ser tan pequeños. Que cabemos en cualquiera.
Y en cualquiera nos ahogamos.
Así que quédate a dormir en las grietas-ciudad de mis pulmones, que allí siempre es invierno, y yo nunca sé decidir cuándo es buena idea respirar.
Pero cómo mantener el aliento, vida, si apestas a poesía.
Si tenemos caricias en prosa y orgasmos en verso (sí, sabemos.)
Si se me ha roto una cuerda y he perdido el equilibrio, hasta caer en tus vacíos (o eran vicios, no me acuerdo), donde tenías una de repuesto (igual de rota).
Derrotados por un vuelco de quién sabe qué página, porque existencias no me quedan, y de tinta corrida nunca estamos llenos.
Con ojitos de final desde el principio.
Relamiendo cada muerte, sabiendo del humo (que a pesar de haber tocado tu boca no se hace nube; nunca lo entiendo).
Un caos de letras y ruido, que olvidó lo de más allá, o que lo recuerda demasiado a cada trago (o era paso, quién distingue).
A estas alturas, y tan poco vértigo. Tanta hambre.
Que recuerdos y locuras nunca se habían parecido tanto.
(Puntos suspendidos)

Hasta la próxima. 

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