Que tenemos heridas para todo, y es lo bonito de ser tan
pequeños. Que cabemos en cualquiera.
Y en cualquiera nos ahogamos.
Así que quédate a dormir en las grietas-ciudad de mis
pulmones, que allí siempre es invierno, y yo nunca sé decidir cuándo es buena
idea respirar.
Pero cómo mantener el aliento, vida, si apestas a poesía.
Si tenemos caricias en prosa y orgasmos en verso (sí,
sabemos.)
Si se me ha roto una cuerda y he perdido el equilibrio,
hasta caer en tus vacíos (o eran vicios, no me acuerdo), donde tenías una de
repuesto (igual de rota).
Derrotados por un vuelco de
quién sabe qué página, porque existencias no me quedan, y de tinta corrida
nunca estamos llenos.
Con ojitos de final desde el
principio.
Relamiendo cada muerte,
sabiendo del humo (que a pesar de haber tocado tu boca no se hace nube; nunca
lo entiendo).
Un caos de letras y ruido,
que olvidó lo de más allá, o que lo recuerda demasiado a cada trago (o era paso,
quién distingue).
A estas alturas, y tan poco
vértigo. Tanta hambre.
Que recuerdos y locuras
nunca se habían parecido tanto.
(Puntos suspendidos)
Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario