lunes, 15 de agosto de 2011

Aromas...

Poseía todos los olores hermosos del mundo. Olía a menta, a frambuesa y a moras.
Olía a pino, a montaña, a flores silvestres y a lavanda.
Olía a un día brumoso de enero en el mar. A salitre y a inmensidad. A libertad.
Olía a lluvia cayendo una tarde de domingo tras una ventana, al calor de una chimenea.
Olía a hierba recién cortada por la mañana, bajo el sol de otoño.
Olía a papel gastado, como al entrar en una gran biblioteca con el suelo de madera, por el que retumban nuestros pasos entre las estanterías repletas de libros antiguos que guardan palabras jamás borradas de la memoria.
Olía a recuerdos felices por los que pasear desde un banco en un parque.
Olía a incienso, y a un momento de paz ajenos al mundo.
Olía a olvido; olvido del odio y el dolor.
A veces, algunas deliciosas veces, mi ropa se impregna de su esencia, y yo huelo a él.

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