martes, 30 de agosto de 2011

Todos nos creemos demasiado importantes.

Por un tiempo eres una persona..., digamos "imprescindible".
Ser la persona de alguien; la persona que le lleva al médico, que le escribe notas en el vaho del espejo del baño mientras se ducha, que le sube a casa las bolsas de la compra...
Y entonces recibes frases... Frases como... "no podría vivir sin ti", o "tú eres mi mundo".
Y entonces te marchas, tan tranquilo, y solo dejas las notas, pero no hay bolsas de la compra, ni hay casa...
Y crees que va a ser así... Que el banco de la calle no va a ser lo mismo sin ti; que no pueden poner esa canción en aquel bar si no estás tú para cantarla; que la vida va a hacer un alto mientras no estés.
Pero no somos imprescindibles. Nadie. Y llega un momento, después del dolor, la frustración, la negación, la rabia y el enfado, en que toda la confusión solo da paso a fría indiferencia.
Y ese es el punto que más duele... el que te abre los ojos... y del que es más difícil volver.


1 comentario:

  1. Y que, aunque por triste que parezca, sólo debería haber una persona lo suficientemente importante en la vida como para llegar a considerarse imprescindible para cada cual. Esa persona es uno mismo y es a quien más hay que cuidar, pues siempre que uno esté en armonía consigo, lo que le rodea será mucho mejor. ^^.

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