viernes, 19 de octubre de 2012

Punto; nadie sabe cómo.

Oyes el crepitar del fuego, que en realidad es agua. Agua arrastrando recuerdos y olvidos. Te hundes. Y respiras. Rozas el calor que despierta en tus ojos, empapados. Llueves. Tiemblas. El deseo se hace dientes afilados; la posibilidad se hace lengua. Y de los labios, ligeramente separados, se escapa una traición, que se deshace en eco, y se torna brillo. Aullidos; gota a gota, grieta a grieta. Al final, la sonrisa de la luna traspasa las piedras y difumina cada sombra. Ligera, aprieta.

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