domingo, 10 de marzo de 2013

Cuando aún no han cerrado las piscinas, y somos sal en las olas.

Confundiendo versos pecera con versos mar. Al fin y al cabo todo son lágrimas, siempre a punto de rimar. Por eso hacíamos buena pareja; tu alfombra de sal y mi ropa.
Me enroscaba como un gato en espirales de domingos con olor a cerveza y sofá. Como un invierno que sabía dormir en el calor de las pupilas de Septiembre, cuando aún no han cerrado las piscinas; sin morir.
Pájaros con las alas demasiado grandes, y yo que siempre le encontraba utilidad a las plumas amputadas. Cuánta poesía. Intentando escribir los gritos del viento en la garganta, y que se escurriesen por la espalda. Que desgarrase.
Como si fueses a encontrar mis calcetines perdidos, o a atrapar insectos en ámbar.
Y yo que aún creía en las despedidas. Esas tan bonitas, que dolían y sabían a sugus de estación.
Yo, que quería ser el último de tus puntos suspensivos; el que se queda justo al borde del precipicio. Y que nos precipitásemos en la siguiente línea.

Hasta que enciendes la oscuridad, y todos se asustan.
Y para cuando te vas, yo ya estoy sola.


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