jueves, 13 de febrero de 2014

El "todavía" de los que escriben en pasado.

Quise bailarte de cerca
antes de que bajaras el escalón,
de cabeza a mis tropiezos, 
con la boca aún oliendo a versos. 
Intuía la piedra escondida detrás de tus labios
antes de que me besaras,
y tú debiste ver mi afición por los errores.
No había pasado mucho tiempo
para que hablásemos de echar de menos,
pero me mirabas con ganas
de no estar entre líneas,
y pasamos de los besos a los abrazos
con escala en mi cama
o en hoteles de amor de emergencia.
Todavía no he huido,
y tú me tocas como si fuese el único acantilando
contra el que despeñar el hambre de vértigo.
Pero todavía utilizamos el “todavía”
de los que sólo saben escribir en pasado.
Ambos conocemos el precio de los insomnios ajenos,
y los cambios de estómago;
de mariposa a gusano en medio trazo de vaho.
Y nos aceptamos
la cerveza
dispuestos a pagarnos
las luces parpadeantes
de promesas a lápiz
Susurros de domingo que saben a( )hogar,
y cuentos de antes de irte
a dormir lejos, sin soltarnos.
Pero llevo coangulados
los vértices azules de tem(bl)ores
de quien espera un final inminente,
como una cicatriz inherente a la poesía
que aún no ha sido herida, pero tiene una copia de las llaves.
 Y miro con miedo tu lado de la cama,
por si aparece la caída que hemos escondido con cuidado,
por cambiar de historia.
Sólo sé esperar
que tú no te eches demasiado de menos,
y que yo no te eche de más
en mis ganas
de convertirme en musa afilada

en sol menor.

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