lunes, 21 de mayo de 2012

Intento de... algo.


Comprime mis pulmones, da de arder a mis pensamientos. Aspira el humo de mis miedos, y no lo sueltes. Deja que tu peso me muestre la levedad del mundo. Llama al orden a mis ganas, ahoga mis gritos en nuevas olas de placer. Quédate inmóvil, meciéndote por dentro. Mira a través del espejo que separa nuestros mundos.
Quítaré la venda de mis ojos, con cuidado, sin abrirlos, y la usaré para atar tus manos.
La presa del delirio de un presente que se cree pasado (o futuro), de una realidad (inexistente quizá) que se cree un sueño anhelado.
Notas musicales atrapadas en el cuerpo de un piano.
Siénteme cerca, sin notarme lejos. No destruyas las penas, sólo consuélalas.
Acaricia el calor. Baila con mis noches. Apodérate de mis horas sin olvidar un segundo.
Escúchame sin oírme. Provoca el añorado temblor de los cimientos sobre los que estoy construida.
Averigua los colores de mi alma, sin hacer trampas, sin estremecerla. Busca. Encuentra.
Calla. Dilo todo, sin mover los labios; deja la boca así, entreabierta, para que pueda ver el escondite de los pecados.
Conviértelo todo en un "seguro que". Dale vida con un "no sé si". El equilibrio perfecto en el ecuador de las dudas que saltan al vacío, por la grieta que abrieron los susurros a media luz.
Voz tenue que dibuja cuentos aún no inventados, que proyecta recuerdos aún no hallados.
Tropieza con las nubes que me caen encima cada vez que te vas. Trae tormentas de miradas desprovistas de mentiras, repletas de verdades ausentes.
Captura el olor de una noche atrapada en el ombligo de mi mundo.
Cierra la puerta. No me dejes huir.  No me dejes soltarte.
Quita los frenos a los aviones de papel, que vuelen por el techo, que se estrellen contra el suelo; que vuelvan a volar.
Trae a tus monstruos para que jueguen con los míos.
Enséñame lo que de verdad es la libertad. 

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