miércoles, 23 de mayo de 2012

Y si no se puede dormir, pues se improvisa un rato...

Veamos qué sale... Y... disculpadme si es algo atroz, tened en cuenta la hora y la falta de sueño =) 
Ahí va: 



Así que allí estaba Ella, parada frente al edificio gris, en el que ya sólo quedaban tres ventanas despidiendo esa manchada luz amarillenta.
La lluvia oscurecía el color ceniza del edificio, al igual que el negro de su pelo. Los mechones empapados se pegaban a su abrigo verde, hasta la altura de su cintura.
El sonido de los truenos resbalaba por su cuerpo inmóvil.
Tenía la vista fija en una de las ventanas del edificio, una de las apagadas, aunque apenas la estaba viendo.
Notaba a su corazón estremecerse cada vez que latía, aunque seguía sin saber si era por la tormenta, o por la duda.
Allí estaba. Esperando. A que su miedo la empujase. A que su orgullo la dejase tirada, igual que hizo Él en alguna que otra ocasión.
"¿Y si nos equivocamos?"
Observando a través de los fríos muros el sueño tranquilo de su error favorito, se dio cuenta de que esa pregunta estaba fuera de contexto para ellos.
Claro que se equivocaban. La pregunta es... ¿se ha cansado Ella de equivocarse?
No quería sueños. No quería conformarse. Pero... ¿entonces?
Ella siempre ha odiado ese punto medio. Ese lugar silencioso y vacío, donde no se puede elegir, porque no hay opciones.
Soledad.
¿Por qué lo llaman "soledad"? Es un nombre tan... luminoso.
Quería comprenderlo. Quería comprender. ¿O no?
No se escuchaban pasos, sólo pensamientos. Como siempre.
Porque Él era ajeno a todo. Él vivía el cuento sin leerlo. Los cambios los recibía sin más, o los provocaba sin moverse.
Él miraba sin ver; nunca veía. Y Ella necesitaba alguien que compartiese el peso de su mundo, el peso de las cosas que se ven, las mires o no las mires.
Y preguntándose si alguien más en el mundo veía, se dio cuenta, de que las cuestiones, eran otras. Que su llanto estaba fuera de lugar en aquella carretera, que sus suplicas sobraban en aquella habitación.
Así que allí estaba, el viejo edificio gris, calado hasta los cimientos, escuchando apenas el eco de unos pasos lejanos, que se oía cada vez menos; observando las gotas morir contra una carretera desierta.

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