domingo, 13 de enero de 2013


Invítame al Apocalipsis, le digo. Perdí el avión.
Y es que nunca sé a dónde mirar, llegado el punto de las líneas desdibujadas; de tanto andar descalza, de tanto hacerlas sonar.
Me llama, como fuego. Pero yo, que ya no sé si quemo, o ardí y ahora soy hielo, pongo los ojos en blanco y me deslizo. Como viento, porque no soy; creo.
Por no creer en nada. Por si los ecos. O los labios húmedos de tinta –que no sangre-, de morder, por si el silencio.
Laberintos, decía. Laberintos. No. Huracanes, llena. Por ser tan vacío. O quizá.
Siempre quizá. A veces ojalá. Porque reír se ha vuelto tan macabro, que ya sólo recuerda locura, cuerdas. Como marionetas rotas, y puertas cerradas.
¿Acaricias el calor? Y yo jugando a invierno… Claro, las terminaciones, ese fue nuestro problema.
Que no sabemos cuadrar círculos viciosos. Pero, ¿cómo íbamos a aprender? Tan faltos de adicción. Tan adictos al vértigo.
Tan imprescindibles, decíamos. Hasta que el Sol no nos toca; la Luna no nos mira. ¿Y ahora a qué jugamos?
A llover, a plurales que no son, a hundirnos en el techo.
A tus manos por mi medias. ¿Verdades?
A seguir andando por las líneas, descalza. Sin mirar. Sin rompernos. 

1 comentario:

  1. Uhm.... vuelves a tener ritmo. Ya lo echaba de menos, pequeñuela. A ver si ahora que se supone he terminado (y aún tengo mil cosas por hacer; y tú también), nos damos un respiro y retomamos esto. Hay un par de cosas que mejorarían la composición, pero siempre es elección tuya. Ya lo hablaremos ^_^. Un beso, criaturilla.

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