domingo, 6 de noviembre de 2011

Ni siquiera hielo. Mil copas vacías expresan mi interior...

Son las cuatro de la mañana,
y de camino a casa
me pongo a pensar:
que me mata cada segundo que no te tengo,
cada minuto que estás lejos…
escondido entre mis sueños.
Te extrañan mis ojos y te buscan;
te encuentran y no estás…
Un cigarro se consume,
ante dos cuerpos que se unen,
entre sudor y saliva.
Cansada de despertar en esta habitación,
donde no hay sitio para alguien como yo.
Dulce, sal, azúcar, amargo.
Agotada de mirar alrededor.
Vivo en una pesadilla sin explicación,
donde todo está varado,
y mi corazón temblando.
Nada, simplemente nada.
Ya no entiendo nada.
Tratando de vivir cada segundo, viva en la muerte,
sin saber qué hacer para atacarlo de frente.
Ni siquiera hielo. Mil copas vacías expresan mi interior,
junto al humo de aquel cigarro, que se cuela en mi canción.
Lápiz, ¿dónde has ido a parar?
¿Dónde te has llevado sus palabras, que ya no puedo escuchar?
Tráemelas de vuelta, para que pueda volver a cantar.
Cantar, mientras la música nos hace girar.
Miro sus ojos, hoy tristes, y sólo anhelo saber por qué;
devolverles el brillo que forma parte de su ser.
Abrazarle al llorar, para que pueda sonreír,
y así yo entienda la vida, y sepa a dónde ir.
Antes suplicaba un nombre,
ahora quisiera poder olvidarlo,
y conseguir convencerme de que no es más que un hombre.
Un hombre, y un niño,
que en su boca y su mirada esconde,
y que en sus versos rompe,
sin saber que por su poesía existo.
Acordes y rimas que me hacen volar,
pero después hacen que la caída sea mortal.
Sin saber por dónde voy, camino por las calles,
deseando que por casualidad me halles.
Con vagos intentos de aferrarme a la rutina,
pero la concentración me esquiva;
tu solo recuerdo me fascina,
y me aleja de la vida tal como la conocía.
Así que sigo con mis cuentos,
esperando fugaces encuentros.
Y mientras tu mirada me obnubila,
yo ya solo ruego que no se rompan
esas mil copas vacías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario