jueves, 3 de noviembre de 2011

Sueño con sus ojos… Recuerdo el principio…

...En un juego de habilidad que nos mantiene despiertos, caigo de rodillas sobre el alambre. El balanceo obliga a mis músculos a conseguir una perfecta exactitud en el movimiento; esa exactitud es la belleza de mi danza.                                                   
Pienso:Las calles en todas las ciudades son iguales. El suelo me haría tropezar. Solo el alambre me sostendrá… pero camino a lo largo de una línea recta… Siempre recta… ¿Y si me dejo caer?”                                                                                                     
Mientras, plácidamente, la multitud de mirones se incomoda en sus butacas, se inquietan, se indignan al ver un ser tan gracioso arriesgarse a la muerte.                                               
Logro el salto, y vuelvo al hambre de vértigo…                                                      

Me agarro con fuerza al asiento del tren, como si aún estuviese en algún punto a muchos metros de altura. Abro los ojos lentamente, y miro el paisaje, el cercano suelo, a través del cristal. Un pájaro revolotea temerariamente, dando vueltas en el aire, desafiando a la gravedad a hacerle caer. Miro el reloj con desgana. Aun falta más de una hora para llegar. Me acurruco en el asiento, subiendo los pies, y me abrazo. Cierro los ojos para no ver lo invisible, sintiéndome pequeña y perdida, como una mota de polvo diminuta flotando en medio de una enorme habitación vacía,  y para cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde. Ya estoy prácticamente dormida, por mucho que me esfuerce no conseguiré despertarme.
Ahora volveré a soñar...

El aire me golpea con fuerza, casi se podría decir que con malas intenciones.
Línea recta…
Miro hacia abajo y me veo allí...
Me revuelvo en el sofá bajo las mantas, al notar un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. El sonido de la lluvia me llega desde el otro lado del cristal, y me empuja a abrir los ojos y deslizarme hasta la ventana para verla.
Todo carece de sentido.
Al posar mis manos sobre la lámina de vidrio, noto que está helada. El vaho de mi aliento la empaña, construyendo densos espacios en los que crear pequeños cuerpos de mariposas, y constelaciones. Miro a lo lejos el termómetro de mercurio que descansa colgado junto a la puerta, al otro lado de la sala. Parece tiritar; menos tres grados. ¿Cómo es posible? Fuera debe hacer aún más frío, puesto que aquí dentro me protege el calor de la chimenea.
Vuelvo a dirigir la vista hacia fuera. Entre la niebla y el manto de lluvia que arropa la ciudad –quizá pretendiendo protegerla del frío-, se distinguen las hojas marrones, resistiendo al chaparrón, agarradas a las ramas de los árboles. Un extraño pájaro danza en el aire, casi ajeno al paisaje que le rodea; parece estar en otra parte…; mi mente se revuelve, inquieta.  Un poco más allá, en la plaza, se aprecia a la perfección el color de las rosas sobresaliendo a la capa de volátiles nubes; parecen vivir aún en primavera.
De pronto se me escapa una sonrisa. Es como la obra de un pintor macabro y retorcido. Un otoño vivo, con pinceladas de primavera, arrasado por los rasgos de un invierno devastador. Casi es como… Sí… Es la descripción perfecta que nunca hallé.
Tanto tiempo mirando su rostro, y nunca supe cómo describirlo. Ni con imágenes, ni con palabras…; pinceles y acordes me eran inútiles. Y ahora… aquí… simplemente de pie riéndome de la sencillez de las cosas, arropada en la calidez mis mantas, sintiendo tras de mí el fuego inundando la habitación, y notando en mi cara el frío aliento de la tormenta…, se exactamente cómo plasmar su perfil.
Maldición…
Dejo de observarme en el momento en que me veo coger un pincel, frenética, y abalanzarme sobre el lienzo en blanco.
Creo que es mejor no verlo… ¿O no?
Quiero dibujar sus ojos en la arena, quiero volar desafiando a la gravedad… -la imagen de un pequeño pájaro revoloteando sobre el sonido del traqueteo de un tren llega a mi mente, como un recuerdo lejano de una vida pasada-.
¿Qué debo hacer?
De nuevo les noto aquí, observándome, murmurando. Otra vez siento su odio hacia mí, su miedo, su incomprensión. “¿Por qué lo hará?”.
 La perturbación allí, en las butacas, es casi palpable. No me quitan los ojos de encima. Sus miradas me queman como el hielo…
¿¡Qué hago!?
No puedo vivir en lo seguro… No puedo vivir en la monotonía…
Línea recta…
Mi cerebro envía una petición automática a mi pie derecho, que traza una curva en el aire, invitando al pie izquierdo a separarse del alambre.
Giro completo. El estómago me da un vuelco, y el grito estrangulado de la multitud queda ahogado en silencio, en blancura y oscuridad, en nada.

Abro los ojos sobresaltada, y dando bocanadas de aire, como si un fuerte golpe en las costillas me hiciera respirar con dificultad…
El pájaro sigue ahí, elevándose en el aire, dibujando piruetas junto al vagón...; sintiendo… el vértigo…

La multitud de mirones se incomoda en sus butacas, se inquietan, se indignan al ver un ser tan gracioso arriesgarse a la muerte.                                                                       
Logro el salto, y vuelvo al hambre de vértigo.                                               




                                                          
PS: El primer párrafo, es en sí un "minirelato" que escribí hace ya mucho tiempo. Lo podéis encontrar en las primeras entradas del blog, en "mayo". Se llama "Funambulista".
=)

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