lunes, 19 de diciembre de 2011

No sé...



Realmente... no sé cómo guiarte por aquí... ni siquiera sé cómo dejarte entrar... y yo no puedo salir…
Mi mente es demasiado densa; un laberinto intrínseco, poblado por árboles que echan raíces en contradicciones y sentimientos incomprensibles.
Temo que te pierdas… que mis ramas te aplasten, te desintegren, como hacen con todo el mundo.
Que mis pájaros te ensordezcan, pues yo creé sus voces, sus melodías, y sólo yo debería escucharlos.
Que el aroma de mis flores te deje sin respiración, pues llevan intensificado mi perfume, tóxico en sus pétalos.
Que los espejos de mi palacio de cristal estallen ante un reflejo que no sea el mío, quien lo construyó, y se claven en tu piel, arrebatándole el calor a tus venas.
Que mis estrellas te colapsen y te cieguen, pues son como millones de ojos clavando su brillo febril en quien pasea bajo su ardor.
Y no solo he de temer por ti, pues me aterroriza que tu voz apague mi luna, dejando mi cielo desnudo, sin ese brillo que lo muerde.
Y, ¿qué hará mi firmamento, sin la lujuria que le mece? ¿Sin esa brisa de deseo que le adormece, y a las nubes púrpuras que lo pueblan hace estremecerse?

La repentina y atenazante necesidad de dejar algo atrás, algo que valga la pena. Pero en mi suelo sólo hay tierra, hojas y pequeñas piedras.
Y siento que fracaso. Que no controlo la lluvia en mi propio mundo. Que no puedo hacer que sea mi luna quien le preste su brillo al sol. Que no doy con la combinación de palabras que muevan al viento para que acaricie al mar.
Puedo intentar decidir la dirección en la que se ondulen las ramas de mis llorones sauces, pero no puedo escoger cuándo querrán deslizarse.
Puedo decidir los tonos con que pintar, pero no el matiz que tomarán cuando les de la luz del atardecer.
Puedo coger mil servilletas de colores, y lanzarlas al cielo, esperando que se tornen en  mariposas en vuelo.
Y soplar a esa pequeña llama, sintiéndome culpable al apagarla, para evitar que todo mi bosque empiece a arder.

Palabras ya extinguidas. Titilante luz exigua de los ojos de un monstruo que se desvanece y que renace, como un fénix, de sus cenizas, y se recrea en mis pesadillas.
Pero no puedes ser un caballero de capa y espada. No puedes curar las heridas que hace el silencio cuando las voces cesan. En mi universo no existen los héroes.
Antes me asustaban los sonidos atronadores… ahora me aterroriza su ausencia. Palabras vacías que llenan espacios en blanco, con la decadencia de un suspiro de amor por el odio ensuciado. Y seres que yo misma he creado, y alguna vez deseé haber borrado. Porque hoy me encuentro a mí misma entre las piedras de esta ruina, en medio de las mentiras que sin querer se deslizan. Y oigo tu voz entre las minas, resonando de diamantes a esmeraldas, disfrutando los tesoros, y me siento invadida; un intruso en mi País de las Maravillas. Y me gustaría verte pasear por mis senderos, disfrutando simplemente del eco de tus pasos en mi corazón, del polvo que levantan tus pies al avanzar por mi interior; pero no soy capaz de evitar esta sensación, como de estar sufriendo de mí misma una traición.
Y me arden los ojos y el pecho… no sé lo que hacer. No sé lo que quiero, ni lo que querré.
En mi bosque deja de llover, y yo no consigo llorar, para que no se pierda el verde sin su mar de soledad. Y mi pequeño cuarto creciente, se esfuerza por alumbrar, cada vez un poco más, así que la ayudo con velas, para que no se vaya a cansar.
Quizá solo necesite recostarme en mi interior, y buscar aquella lluvia que con mi certeza se marchó.
Puede que con los rayos iluminando mi palacio, encuentre la solución que en el silencio no hallo.
Saber si sacarte de aquí, o enseñarte a entrar. Saber si quiero que entres, o si te quiero alejar.
Saber cómo compartir una vista de mi mundo, sin ahogarme en la ansiedad.
Saber protegerte de mis propias creaciones que no sé controlar.

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