lunes, 16 de mayo de 2011

La belleza.

-La belleza no solo se ve… - me dijo con una leve sonrisa. –También se siente...Nuestro amor es belleza, y sin embargo no lo ves. Y los sonidos que nos envuelven…escúchalos; también son belleza.
Yo lo miraba ensimismada. Estaba segura de que mis ojos reflejaban esa luz que a él tanto le gustaba. Su sonrisa se hizo más amplia.
-Mira, cierra los ojos. –Levanté una ceja, divertida por sus palabras, e hice lo que me decía.
Acercó los labios a mi oído, lentamente, pero de una manera en la que le sentí aproximarse a mi.
-Esto… -dijo, rozándome ligeramente la muñeca con el brazo.- Esto también es belleza, y la estás percibiendo, a pesar de que tienes los ojos cerrados.
Deslizó la mano por mi brazo, con suavidad y delicadeza, como si yo fuera el más preciado tesoro que habitara la Tierra.
Abrí los ojos, con la repentina y urgente necesidad de ver los suyos. Esta vez estaba serio.
Alzó la otra mano, y casi con miedo, la posó en mi mejilla.
-De veras que no entiendo cómo puedes no ver lo preciosa que eres.- En su voz se apreciaba un cierto tono de dolor.
-Tú me haces verlo…mejor dicho, sentirlo.- Esta vez, la que sonreía era yo.
Levanté mi propia mano, para acariciar su pómulo. Cerró los ojos, como si la sensación fuese demasiado intensa para mantenerlos abiertos. Me atrajo hacia sí con los brazos, y me rodeó. De repente sólo estaba él a mi alrededor. Toda la belleza había desaparecido. Ahora la belleza era él, era yo… éramos nosotros.


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