lunes, 16 de mayo de 2011

Masticando hielo. Dulce locura de la existencia...

Una vez mas, huía de su pasado...

 Aquel que le susurraba cada noche al oído, dejandole cortes muy profundos pero imposibles de ver dentro de su herida invisible.
¿Qué tenia la noche para que los fantasmas la amaran tanto?
 No era tan solo el silencio sepulcral, ni los grillos sobre la ventana, era algo mucho mas importante que eso, era la ausencia de luz.

Si, odiaba la noche porque le cegaba los ojos que con tanto dolor conseguía mantener abiertos el resto del día, la odiaba porque era la que trasportaba esas pesadillas que con macabra insistencia depositaban el pasado en ella, como quien deposita migas de pan en el lago a sabiendas de que los peces se las comerán sin pensárselo. Detestaba sentirse tan vulnerable de algo que no existía, porque  tan solo recordamos lo que nunca sucedió.


¿Qué hace fuerte a una persona?
¿Sonreír aun cuando por dentro su corazón se rompe a pedazos?
¿O acaso es aguantarse las lágrimas con el único anhelo de no parecer triste?

Hubo un tiempo en que era así pero comprendió que de nada le servia fingir ser fuerte si al llegar a casa sus lagrimas no podían parar de salir hasta la mañana siguiente, cuando volvía a ponerse la mascara, cuando volvía a fingir que nada pasaba, cuando volvía a ser otra. Da igual cuantas ciudades recorriese, al final siempre pasaba lo mismo y siempre acababa huyendo despavorida, creyendo inútilmente que si se alejaba los fantasmas del pasado no la perseguirían, pero nadie, ni siquiera los fantasmas,  puede escapar de sus recuerdos.

Ahora ya no duerme y mastica estrellas en vez de hielo. ¿Quien puede dañarla ahora?
Nadie.
Sus malos recuerdos están escondidos bajo llave en una caja de madera, los guarda la dulce locura de la existencia.

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